La exploración puede integrarse en la cotidianidad de cada momento del día. Por ejemplo, en el parque, se pueden aprovechar las hojas y los insectos como una invitación para que los niños los toquen, los huelan y los exploren, fomentando así la curiosidad y el descubrimiento. En el comedor, se pueden explorar los olores y sabores de los alimentos, invitando a los niños a experimentar con diferentes texturas y sabores. Estas experiencias enriquecen su aprendizaje y les permiten descubrir el mundo que les rodea de manera natural y significativa.
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