Los niños creen por completo en la palabra del adulto, por lo que cuando exaltas sus cualidades o sus defectos, ellos se apropian de estas palabras como algo que los identifica. Es decir, si constantemente le dices a un niño que es capaz, que él puede lograr lo que se proponga, él lo creerá; pero si le dices que hace todo mal, que siempre te avergüenza, también lo creerá.